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3/1/24

Las historias importan: Un camino hacia el pronunciamiento y la autorrepresentación

Las historias importan. Muchas historias importan.

Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar,

pero también pueden usarse para facultar y humanizar.


Chimamanda Ngozi Adichie, El peligro de la historia única (2018)



La posibilidad de transmitir tu historia, de generar un relato propio, es negada en su mayoría a las personas migrantes; los medios dominantes constituyen una comprensión de la migración basada en cifras de desplazados, de muertos, opiniones de expertos y divulgadores que trazan opiniones y puntos de vista que tiene en el punto central a las personas migrantes. Construyen un imaginario homogéneo sobre las personas migrantes: los solicitantes de asilo, los exiliados, los refugiados y los desplazados son representados de un modo monolítico alrededor de todo el mundo. Sus historias, sus relatos, quedan sepultados tras el poder mediático. Sepultan sus palabras y se canalizan en sus cuerpos temores y ansiedades sociales, se descarga sobre sus sombras la culpa y los males que acontecen en cada crisis económica o social.

La herencia colonial, el cercamiento, la desposesión, el extractivismo, la explotación de recursos y las prácticas capitalistas, la hiperconexión capitalista globalizada, generan relaciones comerciales dispares, desigualdades basadas en el dominio. Unas cuestiones que profundizan las crisis sociales periféricas y “engendran una presión migratoria gigantesca” (Fanon, 1952). Las condiciones en las que se desplazan las personas migrantes, los motivos que les empujan a buscar unas mejoras de vida y el fraude de un gran sueño, sumado a la ausencia de derechos de admisión y una política migratoria abusiva, hacen que esta cuestión sea atemporal, una en la que no se ha visto mucho progreso en las últimas décadas.

Humanizar el tránsito de personas y mostrar el proceso migratorio como una cuestión legítima es una práctica que lentamente está retomando relevancia en el panorama español, y el ejemplo está en las obras y relatos de artistas como Lucía Asué Mbomio Rubio, con Hija del Camino (2019), Rubén H. Bermúdez, con Y tú, ¿por qué eres negro? (2019); Nora Saguir, con Las afueras (2019), Brahim Bah, con Tres días en la arena (2021); Safia El Aaddam, con Hija de inmigrantes (2021); Yeison García López, con Derecho de admisión (2021); Ousman Umar,con Desde el país de los blancos (2021); Moha Gerehou, con Qué hace un negro como tú en un sitio como este (2021), y quien escribe, con Fuera de lugar (2022). Novelas, ensayos, cómics y poemas escritos en estos últimos años que tienen como protagonistas a las propias personas racializadas o migrantes que desde la experiencia muestran lo que les ocurre realmente. Estos relatos son el ejemplo “de poder hablar”, de pronunciarse en el sentido que defiende Gayatri Spivak, con el fin de adquirir unestatusen el diálogo y en la narrativa. 


Ser dueño de tu relato, el objetivo de poseer “la experiencia concreta”

Desde mi infancia, en los primeros años en este país, la presencia de la migración siempre había aparecido en la televisión. Recuerdo ver noticias a diario, gente tirada en las costas, congeladas de frío o deshidratadas en el desierto, muertas en el mar, detenidas en las fronteras, apaleadas, perdidas… Un poder mediático y unas políticas estructurales sobre el cuerpo de estas personas que han moldeado la percepción y la concepción para entender las cuestiones migratorias. Con el tiempo me llegué a percatar de que nuestras realidades no estaban siendo transmitidas del todo. Faltaban historias, una importante parte del relato. Toda mi familia y mis amigos racializados estábamos incluidos en ese imaginario; la diferencia se encontraba en que no aparecían sus versiones de la historia. Las migraciones, ya sean llamadas “voluntarias” o “forzadas”, no son un fenómeno de ahora y se presentan como algo mucho más complejo que la imagen única, estereotipada y mediatizada que se ha construido en estas últimas décadas. Escuchar de cerca y desde dentro el testimonio de un grupo de trabajadores o a un grupo familiar sobre el significado de migrar cambia radicalmente esa percepción que se ha construido.

    Los trabajos precarios en la construcción, en los almacenes, el trabajo en el hogar, en el ámbito agrario, eran un sustento para los miembros de mi familia y la gente marroquí, rumana, latina o subsahariana de nuestro alrededor. Parecía que ese tipo de trabajos estaban destinados a nosotros. Desde pequeños, en el ámbito de la educación, germinaba en nosotros la idea de no tener las mismas capacidades para enfrentar la educación. Mediante una segregación escolar en modo de grupos de apoyos permanentes, nos portaban totalmente del ritmo normal de la clase: se te atribuían limitaciones que se prolongaban en el tiempo. Los grados de ciclos formativos de mecánica, soldadura y agricultura nos fueron ofrecidos como única vía para adquirir una vida digna.

    Durante mi formación, solo una persona me señaló otras posibilidades fuera del marco que se me había preestablecido. Me habló de unos estudios enfocados hacia el arte, un bachillerato artístico y una posible universidad. Al comentárselo a una de mis profesoras de apoyo, me dijo que eso supondría una gran dificultad, que no sería capaz de aprobar unos estudios de bachillerato. “Eso no es para ti”. Me hizo consciente de esas limitaciones. Las aspiraciones educativas y profesionales del alumno quedan limitadas por factores que más bien deberían de incitarlas. El gesto de señalarme unos estudios donde mis habilidades expresivas podrían desarrollarse cambió radicalmente el rumbo de mi vida. Gracias a un gesto, un trato alejado de prejuicios y estereotipos, he podido ser dueño de mi relato, he podido mostrar la experiencia que atraviesan muchos a los que el sistema ha fallado. 



Ilustración por Leire Urbeltz


Armas poéticas en un enfrentamiento por la palabra

Ya graduado en Bellas Artes y con un máster universitario en Investigación en Prácticas Artísticas y Visuales, con un desarrollo temático en torno a los procesos migratorios, las políticas de identidad y un interés por las teorías decoloniales y poscoloniales, encontré en este espacio creativo y académico un sitio donde podría cambiar las cosas.

   Durante los sucesivos proyectos que he realizado, he encontrado a escritores, teóricos y artistas que hablan desde otros centros. Leer sus biografías, escuchar las palabras, las voces interiores de los distintos autores, hacía que me encontrara en compañía. Al contemplar cómo plasman sus creaciones, sus libros, sus obras, la forma que tienen de narrar sus vidas, los sentimientos y emociones, la discrepancia con el orden jerárquico establecido, comprendí la legitimidad de mis pensamientos. A través de la expresión, estos autores han decidido emplear un arma, la lengua, el habla, como dijo Mahmud Darwish: “las víctimas de la historia triunfan a través del lenguaje” (p.127).

   He podido contar mi relato alejado de la superficialidad, de vacuos exotismos, esteticismos y orientalismos. Después de publicar el libro Fuera de lugar (2022), sentía un tipo de realización que me situaba dentro del discurso. Mi historia no pretende ser un signo de superación, como el que transmiten ciertas películas. Es la posibilidad de poder exponer esta problemática que atraviesan muchas personas racializadas a lo largo de su vida. Este relato es el ejemplo “de poder hablar”, desde la otra posición. Unirme a las voces periféricas para trasladar el centro de la realidad unidimensional occidental y de este modo “leer el mundo desde centros distintos al europeo” (Thiong'o, p 86).

   El camino hacia los derechos de representación y autorrepresentación tiene que partir con la cesión de espacios de diálogo, roces y choques culturales. No hacer de la integración solo una palabra panfletaria, sino llevar a cabo una integración real de las personas migrantes, que tengan voz y voto, que puedan cambiar e interferir en su futuro. Despojar las prácticas discursivas hegemónicas, los discursos ya trillados de odio y segregación, deslegitimar un lenguaje nacido bajo un fracasado universalismo excluyente y edificado sobre una desigualdad global  (hooks, p. 50).

   Durante un tiempo me he preguntado si realmente son estas cuestiones migratorias las que he querido tratar, si lo hago por obligación o por una presión social. Al querer desprenderme de estas cuestiones sentí que quería ignorar algo que me estaba engullendo. No puedo obviar algo que me atraviesa profundamente.  En mi día a día revivo constantemente los procesos de regulación. Allegados, personas cercanas y desconocidos acuden a mí para poder tramitar aspectos burocráticos que actualmente solo se pueden realizar de manera telemática. Las dificultades idiomáticas, el choque cultural, el trato vejatorio a la hora de atender a estas personas me hunden en la impotencia. Dispongo de un arma extraña, mediante mi práctica artística canalizo estos sentimientos y los transformo en un discurso capaz de señalar esos daños y esa desigualdad de una forma poética que consigue remover las emociones de todo tipo de público. 

— Youssef Taki

Youssef Taki

Artista e investigador, graduado en Bellas Artes por la Universidad de Castilla-La Mancha y que ha obtenido el Máster en Investigación en Prácticas Artísticas y Visuales en la misma facultad. Su actividad artística se encuentra estrechamente vinculada a sus actividades como investigador, abordando distintos enfoques temáticos con el fin de ampliar la comprensión de los procesos migratorios, los sucesos coloniales y poscoloniales. 

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