Siempre andaba en las calles, en las manifestaciones, después de aquel 15M en el que se activó en mí algo que tenía dormido porque vivía un poco distraído en cosas alejadas de mis propias inquietudes. Trabajaba muchas horas al día y en los tiempos libres leía y escribía lo que podía. Era el 2011 y cuando en mayo un grupo de personas iniciaron una acampada en son de protesta ante la situación del país, la mayoría de ellos estudiantes, inmediatamente me uní, queriendo hacer algo, aportar lo que pudiera. Pero qué podía aportar una persona inmigrante de clase trabajadora y que escribía poesía a la causa nacional, me preguntaba. No lo sabía bien, pero quería estar ahí y colaborar en lo que hiciera falta porque estábamos ante un hecho histórico. Al menos eso pensaba en ese momento. Incluso me olvidé de la tristeza que tenía en ese entonces por un desamor y salí a la calle hacia la plaza Sol y encontré mucha gente que se estaban organizando. No duró mucho. Meses después el entusiasmo de toda la gente se fue diluyendo y la efervescencia primera fue aprovechada por un grupo de personas que acabaron formando un partido político. A mí la acampada en sí me decepcionó mucho por varias razones, una de ellas fue que en la comisión de inmigración,de la que formé parte, sólo querían llevar la voz cantante las personas blancas españolas, como si las personas migrantes no pudiéramos hablar por nosotros mismos. Me retiré de ahí decepcionado, sin antes decirles a un par de esas personas lo que pensaba. Sin embargo, cuando la acampada de Sol se disolvió, después siguió habiendo movimiento en las calles y hubo muchas manifestaciones. Estuve ahí, en casi todas, lo que mi precariedad me permitía, creyendo a pesar de todo en las causas sociales de este país que motivaban las movilizaciones y poniendo el cuerpo, porque siempre estuve en "primera línea de fuego" y me llovieron palos de los antidisturbios. Nunca me dejé atrapar porque la adrenalina que tenía en el cuerpo me hacía correr muy rápido, sino muy probablemente si me detenían ¿por protestar? ya me hubieran deportado. Me arriesgaba a eso. A partir de todos estos acontecimientos empecé a acudir a centros sociales, a leer poesía en estos lugares y a nutrirme de experiencias. También acudía a bares poéticos y entre estos dos lugares conocí a otros y otras poetas.
Claraboyas
Parado entre los cascajos mientras espero ticket
el túnel se bifurca y nuncasesabe se presenta en las nupcias
es el quince de rojo cuando hay que firmar
un asma de metralla preguntándome
si te da de comer el fluido el concolón de la olla
son las dos del páramo
hallaría el pericardio en la prístina
la limadura craneal abre la soledad en un claro de labios
puede fugarse la esperanza de las maldiciones
pueden los no alcanzados correr como perros sin dueño
para comer pólvora en las noches que soplan
desyerbado desmenuzo la arenga despeino las balas
acopio horas en el desahucio de la certidumbre
supe por los muertos la verdad de las braguetas
del vacío del vicio con los pantalones abajo
la realidad del lúpulo hace el gesto de robarme
martilleo mis costillas en el caldo frío
saco la billetera
y el lenguaje forma ingrediente para el hambre
la belleza es una funcionaria con forma de medusa.
(poema del libro Migrante, 2017)
Había empezado también cierta efervescencia de la llamada poesía social y política, aunque es una temática que siempre ha estado ahí. Decir poesía social y política puede llegar a ser una redundancia, porque la poesía en sí misma es un hecho social y político. Empezaba ahí también una vieja discusión sobre cómo había que escribir poesía social y política. Escuchaba a todos y a todas y no compartía el estilo discursivo y panfletario que era preponderante en ese entonces y ahora también. Lo respetaba pero no lo concebía. Pero sobre todas las cosas, más allá de los estilos, nadie hablaba de las problemáticas de la inmigración en sus textos. Echaba de menos cierta empatía hacia el colectivo al que pertenezco, pero era lógico que no tratarán temas relacionados porque eran, al fin y al cabo, personas blancas españolas; el problema no las atravesaba. Posteriormente con el tiempo aprendí también que tampoco les correspondía tratar un tema que desconocían, ¿qué sabrían ellos y ellas de la ley de extranjería, de las paradas policiales por perfil racial, del trato hacía las personas migrantes y racializadas en los trabajos? Nada sabían. Fue cuando en mi cabeza comenzaba a maquinar una manera de escribir sobre las problemáticas que me atravesaban y atravesaban al colectivo migrante y racializado, buscando una estética y un lenguaje que estuvieran unidas al fondo. No resultaría sencillo. Mientras llegaba ese tiempo escribía otras cosas que descartaba al poco tiempo de acabar porque tenía la autocrítica presente y así deseché tres poemarios inéditos que nunca me convencieron. Tenía que seguir escribiendo. Hasta que logré escribir uno decente y decidí probar suerte con editoriales. Y sí que tuve suerte, porque una editorial estuvo interesada en leerme y decidieron publicarme. Fue una gran alegría el leer su correo electrónico con una respuesta positiva.
No lugar
Lugar tan su ser así se perdió
yuxtapuesto espíritu la visión en la piel
el hombre voz quemada ánfora su garganta
una noche tierra estancia la frontera extensión
del vasto alambre esa indiferencia del soplo
que muy extranjero habrá sido para la urna
deciden otros el cuerpo el cobre tu sangre
tiene rostro vendimia exprimido a ser posible desde la lengua
aquí estamos con la violencia al margen
en la campana del alba hierba origen las hormigas de sus encías
qué nacionalidad es el color la esquina geranio el trabajo cemento
qué lugar Aluche y su cárcel
colonial todas las devoluciones como mercancías
qué vida si cantas transeúnte la policía sus papeles
disimulas monumentos afuera viste las heridas
no alcanzará el amor ni sus formas
duele esa blanquitud de los peces.
(poema del libro Migrante, 2017)
El segundo libro fue más sencillo de publicar, el editor ya me conocía, me había escuchado leer poemas en aquellos bares y de vez en cuando charlábamos después de cada jam de poesía, bebiendo unas cervezas. En una ocasión me llegó a decir que le gustaba lo que escribía porque mantenía una línea estilística que no arrancaba el aplauso de los asistentes a las jams. Yo no escribo para el aplauso le dije, no me interesa eso. En ese instante me propuso publicarme. Dos años después le pasé el borrador de mi segundo libro. Cuando ya sabía que esa segunda publicación estaba en camino, pensé en lo siguiente que quería hacer, lo que estaba buscando desde hace un tiempo atrás y no encontraba la forma. Fue luego de volver de un viaje a Portugal y a causa de una experiencia negada por tener solamente un pasaporte peruano que supe cómo escribir ese libro. En medio de eso hice un viaje a La Habana, invitado a un encuentro de escritores, donde adquirí nuevos aprendizajes y donde también me cuestioné y reafirmé muchas cosas sobre mis pensamientos políticos (ese viaje es otra historia). En La Habana escribí poemas para el tercer libro. Vivía en Carabanchel y trabajaba de camarero en un bar de Lavapiés. Las calles de estos barrios tuvieron que ver en la escritura, la importancia de estar en constante comunicación con la clase trabajadora también, porque pertenezco a ella. A ese libro lo titulé "Migrante", un título donde no cabía confusiones. Los dos anteriores se llamaron "Contra la niebla" y "El tísico bolchevique", fueron distintos al tercero. "Migrante" fue aquello que andaba buscando desde que creía en que escribir poesía social y política no tenía porqué ser panfletaria y discursiva. Había que hacer esa búsqueda en el lenguaje y transformar todos los significados, llevar a otras parcelas el fondo social, las problemáticas que atraviesan a las personas que han llegado aquí a trabajar, a tener una nueva vida, a aportar con su propio bagaje cultural a esta cultura. Porque es eso, somos una suma de aportes culturales y de vida, no sólo somos números que aportan a la seguridad social y pagan impuestos, no sólo somos utilitarios al sistema, lo más importante es nuestra humanidad. Ahora tan sólo escribir ya no es suficiente. El compromiso del día a día es lo que hará posibles los cambios que uno desea. El compromiso empezando desde uno mismo, la transformación de nuestra manera de pensar consistente en quitarnos los prejuicios. Queda trabajo, mucho trabajo por hacer.
Giovanni Collazos
Nació en Lima el 24 de octubre de 1977 y reside en Madrid desde finales de 1999. Es poeta, percusionista y activista antirracista. Ha publicado hasta la fecha los libros: Contra la niebla (2013), El tísico bolchevique (2016), Migrante (2017), Voces de un cuerpo (2020), Rropas (2021), Atravesar un cuchillo con corazón transeúnte (Municipalidad de Lima Metropolitana) y Sistema de castas (2023).
Su trabajo ha ido viendo la luz en varias revistas literarias de España, Perú, Chile, México, Costa Rica, Ecuador, República Dominicana, Portugal, Francia, Venezuela, Italia y EEUU. Ha sido participe del V encuentro de escritores de La Feria Internacional del Libro de La Habana - Cuba (2015) y ha participado en numerosos festivales de poesía en España.