Desde que emigré de Nicaragua, la pregunta que nunca falta es: “¿de dónde eres?”. La semana pasada conté nueve veces. Estando varios años en España he aprendido que no se trata de saber la respuesta tanto como de entender la pregunta. Si comprendo bien, detrás de ella hay una medida de identidad y de pertenencia, más que interés por vincularme con una ubicación geográfica. Debería tener la respuesta ensayadísima, pero solo se ha hecho más difícil de contestar.
A primeras, es sencillo entender el porqué de la pregunta. La razón más obvia es que para las personas que viven aquí, yo doy la impresión de ser de allá. Me parece comprensible. Destaca mi extranjeridad en una sociedad que se ha desacostumbrado a la pluralidad étnica. Es pura curiosidad humana ; alarmante sería que no se preguntara. A partir de la frecuencia con que se nos hace esta interrogante a las personas migrantes, he deducido que nuestra procedencia es fundamental para colocarnos en alguna parte del cuadro social. Pienso que la imagen que se percibe de nosotros está incompleta hasta que esclarecemos nuestro origen. Al responder, la otra persona siente tener un panorama más completo de nuestra identidad. Contestamos para que el receptor intente entender quiénes somos y en dónde encajamos.
He aquí el asunto: Si se busca entender mi identidad y pertenencia, ¿por qué me preguntan de dónde soy? Sí, entiendo que los lugares en donde nacemos y donde hemos vivido ayudan a constituirnos, pero la pregunta limita el propósito con la que se plantea. ¿Qué pasa con las personas que no han vivido en donde han nacido, las que han vivido en muchos entornos distintos? ¿Y si tienen múltiples nacionalidades? ¿O aquellos que llevan más tiempo en el extranjero que en sus países de origen? Nuestra identidad no siempre transmite la respuesta que se busca.
Por ejemplo: Mónica es de tez morena y vive en Soria. Ella siempre dice que es hondureña porque es como se siente y corresponde con su ciudadanía. Acto seguido, le preguntan si conoce a Pedro, el hondureño del barrio. Mónica jamás se lo ha cruzado, ella ha vivido en España los últimos 14 años y la mayoría de sus amistades y conocidos no son de Honduras.
O Jaime, que tiene un acento extranjero, certifica que es ciudadano del mundo, ya que ha vivido en cuatro países distintos. Es como se define a sí mismo, su personalidad se conforma de sus experiencias migratorias. No obstante, sus compañeros consideran que su etiqueta es radical y pretenciosa.
A lo que llego es que los motivos de la pregunta no se alinean con la respuesta que se suele dar. No se puede responder con peras una pregunta de manzanas. No me imagino responder un “de dónde eres” con algo que no sea procedencia geográfica. Al comienzo lo tenía claro, “soy nicaragüense”. Siete años después soy incapaz de dar una contestación concluyente. A lo mejor podría decir que soy inmigrante o que llevo aquí determinado tiempo. Me asociarían con los elementos que más definen mi identidad, al mismo tiempo que incito a los demás a formar un concepto de mí independiente de mi ciudadanía. Pero ese es mi caso. Estoy seguro que también hay ejércitos de soldados de la patria que están preparados para envolverse en su bandera en el momento que se exija. La respuesta correcta siempre será la que queramos dar.
Es algo irónico que nos pregunten esto a las personas migrantes. A quienes hemos vivido, por definición, en más de un país y podríamos tener la respuesta menos clara. Quizás no es la respuesta la que tenga que entrenar, quizás sea la pregunta la que tenga que cambiar. Si de identidad se trata, habrá mejores formas de indagar. Se me ocurre un “¿hacia dónde vas?” Si la integridad de una persona siempre se está nutriendo, tal vez la identidad de un migrante siempre está desplazándose hacia algún lado. Pero bueno, es probable que el “¿de dónde eres?” no se vaya a ninguna parte próximamente. Me seguirán preguntando y cada vez iré más perdido con la respuesta. De momento permaneceré halagado por que haya tanta gente fascinada por descubrir quién soy yo.
Rodrigo Soto Aguirre
Nació en Puebla, México, en 1998. Creció en Nicaragua y posteriormente se desplazó a Pamplona, España en 2016.
Motivado por su creencia en la necesidad de un cambio social, ha colaborado con varias asociaciones locales de carácter migratorio. Actualmente dedica sus tiempo sobre todo a la escritura y al activismo antirracista en SOS Racismo Nafarroa.