Carmen Arroyo
Vive en Nueva York desde hace cuatro años. Carmen ha sido niñera, paseadora de perros, camarera, traductora, corresponsal en la ONU, chica de la limpieza, tutora y vendedora ambulante. Le gusta leer, hablar con quien sea y perrear. Ahora trabaja de periodista financiera en Manhattan, donde escribe sobre mercados, la industria de medios y su día a día en los ratos libres.
(Burgos, España, 1993)
Sobre:
Coños y cucarachas
El verano de 2020 fue raro para todos. Para nosotros, en Nueva York, la saturación de la pandemia y la crisis económica se unió a las protestas del Black Lives Matter y a los 38 grados con humedad propios de la isla. Llevábamos cinco meses trabajando desde casa sin aire acondicionado —porque había que ahorrar— y con inquilinos pululando en las habitaciones del piso que quedaban vacías. Tuvimos a una enfermera y a su mascota, que nos regaló un táser y nos prestó a la perra en junio, cuando tocaba protegerse del cuarto inquilino. Tuvimos a ese inquilino, que resultó ser un acosador sexual con antecedentes de robo. Y nos tuvimos a nosotras que, entre cajas de mudanza y plagas de cucarachas, intentábamos aprovechar el sol del verano. Luego llegó Jessica, la llamaremos así, a primera vista un respiro, a segunda, una gota de saturación más. Ella, con ganas de presumir de contactos, experiencias y anécdotas (muy Los Ángeles). Nosotras, buscando un ventilador entre las cajas de mudanzas sin que nos importara mucho lo que tenía que decir (muy Nueva York). El verano de 2020 fue, para mí, un horno muy neoyorquino, porque nada de eso es raro en Nueva York.