Este relato parte de una tarde en la que fui a explorar cuevas con una amiga, hace ya cuatro o cinco veranos. Conseguimos descender a la pequeña cala situada debajo del puente que aparece como escenario del cuento. Hasta ahí llega todo lo que conozco de este cuento: no sé por qué introduje el resto de elementos. Podría ensayar una explicación, pero la verdad es que no tengo ni idea.

La cala existe y está en mi pueblo, Ribadeo. Lo cierto es que cada vez que he intentado descender de nuevo, no lo he conseguido; el descenso me pareció imposible, por más que busqué resquicios entre las rocas. Solo pude bajar en aquella ocasión, acompañado por mi amiga. Quizás en el futuro pueda volver a hacerlo una vez más, y entonces releeré el cuento y sí podré explicármelo, pero tengo la sensación de que se trata de una de esas cosas que ocurren solo una vez.