11 de marzo de 2021, 23:00:00
Irse es irse y quedarse es quedarse
La primera vuelta al globo terráqueo tardó 1082 días, entre los septiembres de 1519 y 1522. Como Moisés vislumbrando la tierra prometida sin llegar a pisarla, Fernando de Magallanes murió antes de alcanzar los puertos españoles desde donde había partido. Desde entonces, el mundo se ha ido volviendo cada vez más pequeño, sin que casi nadie se diera cuenta, hasta el punto en el que se puede completar el periplo en poco más de un día.
Si la tierra se ha encogido para acomodar a los viajeros, el espacio que queda vacío se ha llenado de canciones y memorias. Los movimientos humanos, multiplicados gracias a las distancias más cortas, nos han permitido conocer de primera mano esos territorios en las que no hemos puesto pie. Esta dádiva también funciona como un espejo: a través del migrante, vemos la tierra con otros ojos, otros colores. Los mapas ya están completos, con todos sus rincones explorados, contados y anotados, pero surgen tantas maneras nuevas de verlos que a su vez se vuelven infinitos.
Nos encontramos, entonces, en una etapa de cartografía espiritual.
A falta de brújulas, tenemos testimonios, literatura y poesía. Como con las lenguas que permanecen en las antiguas colonias, la herencia de la migración se entremezcla y se renueva con cada generación que se sucede. En cuanto a lo individual, en el tiempo tan corto que representa una vida, las sorpresas, emociones y miedos que provocan las tierras extrañas se van a parecer siempre, sin importar el año.
Tal vez, como para compensar la contracción espacial, el tiempo sigue acumulándose a la misma velocidad de siempre, sin la posibilidad de una tala. La historia, tanto propia como injertada, pesa sobre los pueblos, a los que les cuesta cada vez más aguantar la carga. Laura Estrada reconoce aquel “techo que amenaza con caerse”, como reza uno de sus versos, y decide construir su casa con él para resguardar sus plantas, sus peluches y los años que ha pasado lejos de Colombia. Esta es la casa, cambiante y movediza, que nace y se desarrolla en “Patios interiores”, el primer poemario de Laura. No te preocupes, que cabemos todos.