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30 de diciembre de 2020, 23:00:00

Especial: día de los muertos

Tras encontrar a su marido entre sábanas con otra mujer, a modo de venganza, ella decide ahogar a sus hijos en el río. Por este crimen la cuelgan. Luego, sin hijos y sin marido, su alma arrepentida recorre las calles de ciudades y pueblos latinoamericanos llorando su tragedia. ¿Hace falta decir su nombre? ¿Recordar las distintas maneras de sentirla cerca? Este evento tan fugaz ha perdurado en la consciencia de generaciones y generaciones, ¿pero qué es exactamente aquello que hace inmortal a la Llorona? Sin duda no es la violencia de la historia misma, de la que hay cientos de versiones, sino la incertidumbre de su presencia. Lo que nos asusta es encontrarla de frente, y ver la fuerza de ese mundo místico que nos ha acechado desde que podemos recordar, verlo materializado y olvidarnos del “yo no creo en esa vaina, pero de que vuelan, vuelan”.

No buscamos conocer los motivos que hay detrás de lo inmaterial, sino estar en paz con ellos para vivir más tranquilos. Al final, nadie se pregunta cómo es que la Llorona revive. Lo aceptamos y punto. Si fuera de otra forma viviríamos llorando del horror en vez de reírnos del miedo. Este misticismo, tan propio de la tradición latinoamericana, nos ayuda a darle color a elementos, también muy nuestros, como lo son la violencia y la muerte.

La ficción hace de la realidad algo asequible, pues con ella encontramos las respuestas que nos hacen falta. Nuestras sociedades giran en torno

a preguntas y temas que no tienen una sola contestación. Es entonces cuando aparecen las historias que, de tanto repetirnos, terminan por configurar nuestra identidad. La consciencia colectiva se compone a partir de símbolos e imágenes que una colectividad pone en común, muchas veces para explicar lo que no es capaz de entender. Aquí es donde se encuentran las culturas, porque al final todos hablamos de lo mismo: la vida, el amor y la muerte. La manera en que lo hacemos es lo que nos diferencia.

Precisamente este fin de semana el mundo occidental celebra, como lo hace todos los años, un plano al que no es capaz de acceder más que con la imaginación, la esperanza, o la fe. Pero celebramos algo que va más allá de la muerte. Celebramos las historias que nos hemos contado para sobrevivir, a pesar de que a veces nos incomoden o nos hagan cagarnos del susto.

Los mitos y las leyendas, como lo es la Llorona, son de las tantas maneras que existen para abordar ese mundo de lo inmaterial. Nuestro editor quiso hacer lo propio con “Tío Funches”, un cuento lleno de guiños a la tendencia humana de celebrar lo desconocido. Este relato, al igual que el día de todos los santos y el día de los muertos, es terreno fértil para indagar sobre estos temas sin necesidad de encontrarles una explicación.

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