4 de agosto de 2022, 22:00:00
Ese acento que tienes
Siempre comienza de la misma manera: uno de nosotros suelta algún trozo de jerga, algún término que no corresponde con el sitio del que salimos, sea de este lado del Atlántico o del otro. Algún "chaval" de parte de estos o un "pana", equivalente salomónico, que no pasa sin llamar la atención. Solíamos pensar que el intercambio era unilateral, pero también los nativos empiezan a hablar como sus amigos inmigrantes. Pregúntenle a los invitados de la última arepada.
Por un lado están los que piensan como Dani, codirector de esta editorial, que ha tomado una decisión consciente de mantener su acento y su léxico. Me cuenta que tiene que ver con su identidad, con su manera de presentarse ante el mundo, de afirmar su, llamémosla así, colombianidad, una actitud que no se concretó hasta que llegó a Europa. Me atrevería a afirmar que soy más indulgente que él. En los años desde que emigré, he incorporado diversas expresiones del léxico español e incluso he favorecido una que otra expresión foránea por su atractivo sonoro. Lo que más veo en este caso es, curiosamente, la adopción de la profanidad más ofensiva.
No hay forma de omitir el aspecto funcional. Hay palabras que se intercambian por pura practicidad, incluso en el caso de los más puristas en cuanto a su "autenticidad", como pasa con los "carros", automóviles en una orilla,
carromato en la otra. Es un problema que no existe para quienes emigran a un sitio donde se habla un idioma totalmente distinto, algo que se presta para una serie de chistes completamente distintos, como un polaco que conozco que habla castellano como si fuera mexicano o la actriz que mantiene un acento inglés perfecto hasta que le preguntan por los dulces típicos argentinos.
Lo que no me puedo sacar de la cabeza es la concepción de autenticidad según el léxico y el acento. ¿Soy menos venezolano por tomar prestadas ciertas palabras que no nacieron en el mismo lugar que yo? ¿Qué hay de quien decide esforzarse en camuflar su acento original? ¿Acaso atentan contra su identidad? Queda la interrogante de lo que se gana y lo que se pierde, tanto para los que llegan a tierras nuevas como para quienes los reciben, especialmente tomando en cuenta la variedad dentro del mismo país y la influencia entre todos. En este sentido, destaca la imitación del acento latino (particularmente el puertorriqueño) por parte de músicos de otros lares. La pregunta que queda contrasta mucho con las que estoy acostumbrado a formular en este espacio: ¿qué daño hace hacer lo uno o lo otro?
En mi caso, hace rato que dejé de intentar imitar el acento español, incluso para hacer chistes. Mis colegas me dicen que sueno como Rajoy.