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22 de abril de 2022, 22:00:00

Dos años

Con qué facilidad se dice. Dos años engordando el catálogo, entrando en librerías de toda España y en bibliotecas personales de un puñado de otros países. Dos años dándonos golpes con cada esquina. Para una editorial pequeña, el mundo literario es una serie de lecciones que no se pueden aprender por cabeza ajena. De hecho, uno de nuestros primeros aprendizajes nos obligó a revisar y reformular uno de los principios que, creíamos, formaba parte de nuestra identidad.

Aunque cueste creerlo, la primera intención de Graviola era vender libros electrónicos de manera exclusiva. Era algo que tenía que ver con el fenómeno de globalización que entendíamos como parte de nuestro mensaje e idiosincracia. Por supuesto, si nos orientábamos hacia los autores migrantes, ¿por qué no íbamos a apostar por un formato que tuviera la máxima facilidad de difusión a lo largo de todo el mundo? Inapelablemente, el público dio su veredicto: querían papel.

No fue nuestro error más humillante, pero el detalle nos dejó un poco perplejos, especialmente por la unanimidad de la respuesta sin importar la edad, y caímos en las respuestas fáciles mientras preparábamos las maquetas nuevas de los libros. España no alcanzaba al nivel de Alemania o Estados Unidos en cuanto a la adopción del libro electrónico. La insistencia en lo físico tenía su origen en el fetiche de parecer lector, más que a la experiencia lectora. Ya llegaría el momento

en que nos darían la razón. Y un largo etcétera. Fue en un ejercicio de humildad posterior, cuando planificábamos las primeras impresiones, que pudimos darnos cuenta de lo que habíamos olvidado en nuestro afán.

Desde hace algún tiempo, el significado de existir en un espacio se ha desdoblado. Somos entes que atravesamos un mundo físico con un cuerpo que nos limita, un concepto que era bastante concreto hasta hace menos de treinta años. En un abrir y cerrar de ojos, la conquista del mundo digital nos abrió las puertas a una dimensión donde el tamaño, la velocidad (y, en muchos casos, la aquiescencia de las autoridades) perdían su importancia al explorar el nuevo universo virtual. El acceso simultáneo a todo y a todos nos hizo sentir más pequeños a este lado de la pantalla, como con menos posibilidades. Así llega la tentación de sumergirse en este entorno de acceso infinito, dándole la espalda a nuestras tres dimensiones.

Mucho se habla del ritual de la lectura, pero creo que lo que pasamos por alto en esa primera instancia fue el valor que le da nuestro público a escapar de aquel espacio que ha inundado todos los demás ámbitos de sus vidas. Las páginas nos obligan a un tacto cuidadoso y un movimiento deliberado de nuestros dedos. La luz se vuelve un recurso, no el foco de nuestra atención. Y la soledad, tal vez la cuestión central de la literatura, en palabras de un querido amigo.

Las versiones electrónicas de nuestros libros siguen siendo una parte importante de nuestras publicaciones. ¿Pero cómo no íbamos a darle la razón a ustedes hace dos años, cuando tuvimos la primera novela del catálogo en nuestras manos?

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