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20 de agosto de 2022, 10:00:00

Diez puñaladas

Antes de empezar, un ejercicio sencillo: ¿qué podría decir o escribir una persona que pudiera merecer diez puñaladas?

No hay apuro, tómate tu tiempo.

Dos semanas antes del atentado en su contra en Nueva York, Salman Rushdie confesó en una entrevista a una revista alemana que había relajado las medidas de seguridad que solían ser parte de su cotidianidad. Habían pasado casi treinta años desde el fin de la racha de agresiones y trifulcas que siguieron la declaración de la fatwa que condenaba a muerte al autor de "Los versos satánicos", aunque cada tanto se anunciaba la continuación de su vigencia. Un detalle que pudieron haber considerado en la Institución Chautauqua antes de decidir que no se registraran los bolsos ni se utilizaran detectores de metales el día en que Rushdie debía dar un discurso ahí.

El liderazgo supremo de Irán, del que proviene la fatwa, no ha perdido el tiempo en acusar al propio Rushdie y a sus colaboradores por la violencia que sufrió. Es una afirmación que encaja con lo que expresó la presidencia del país en 1998 cuando declaró que "no apoyaría ni obstruiría las operaciones de asesinato". Es probable que nuestro querido lector se encuentre en un sitio donde la condena a estos hechos sea unánime, aunque sea gracias al silencio prudente de quienes suelen apoyar al país. Pero quiero invitar

a usar la imaginación y la memoria para responder otra pregunta: ¿cuáles son las obras que sufren tal nivel de reprobación de este lado?

Antes de los ataques contra los traductores y distribuidores del controvertido libro en Japón, Italia, Turquía y Noruega entre 1991 y 1993, el impacto de las campañas de censura se limitaba a las regiones y localidades donde se llevaban a cabo. El aspecto comunitario y social de la quema de libros no se extendía más allá del sitio donde ocurría hasta que Irán puso sobre la mesa un discurso más identitario, elemento que marca hasta el día de hoy la manera en que interactuamos con la ficción.


La editorial Penguin se ha negado a dejar de publicar el libro de Rushdie, pero no se pueden contar las arremetidas masivas que desde entonces han afectado a los autores y a sus publicaciones, sin tomar en cuenta los que escriben y dejan de escribir con miedo, la autocensura que es una espada de Damocles. Sin mencionar las amenazas de violencia y muerte que se han vuelto tan comunes en los canales digitales. Es fácil dejar de tomar en serio la mayoría de los casos, pero hicieron falta décadas de esta retórica para que alguien llevara un cuchillo a un discurso en Nueva York.

Dejo un último dato: el autor del atentado admitió que apenas había leído dos páginas de "Los versos satánicos". Por si quieres revisar tus respuestas del principio.

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