16 de septiembre de 2021, 22:00:00
De todos lados
Nunca deja de resultar curioso cómo vuelven a aparecer los mitos que pensábamos desaparecidos. La vuelta a la moda de prácticas paganas y ocultistas entre juventudes urbanas y el auge del terraplanismo son apenas las muestras más llamativas. Pero me sorprende que sigan floreciendo las leyendas arquetípicas del escritor del mundo literario, especialmente después de siglos de atentados en su contra por parte de las vanguardias históricas. Hablo de los sabios que tratan los grandes temas y preocupaciones de la humanidad a la vez que se separan física y espiritualmente de ella, de las almas atormentadas por su propio talento que derraman tinta de sus heridas y de los portavoces generacionales que inspiran y edifican con visiones terminantemente optimistas sobre el mundo que comparten con sus adeptos.
En los últimos años, estos modelos han vuelto a dominar el imaginario cultural. Tampoco faltan los autores que deciden seguir estos patrones por cinismo, ingenuidad o mercadotecnia. Es un atajo mental que refuerza los lugares comunes tanto para los lectores que se acomodaron en ellos como para quienes rehúyen del género entero después del trauma que supuso algún volumen que no logró terminar en el colegio. Con todo lo que ha cambiado en el mundillo, las voces nuevas y las historias más apegadas a nuestro tiempo, siguen pensando que la literatura sigue donde se quedó hace más de un siglo.
La mejor manera de hablar de la literatura contemporánea es tumbando el pedestal en el que siguen montándola. Su panteón está lleno de médicos, corredores de seguros y agentes de viajes. De la misma manera,
los escritores de hoy podrían estar contigo en la cola del mercado o en el autobús y tal vez se fijen en tus zapatos y en la manera en que te sobas la nariz. Es la mitad del trabajo que no implica escribir, pero que se nota en el color de una anécdota, el recuerdo oportuno de una conversación anterior y otros detalles mínimos que están a la mano de cualquiera que sepa prestar atención.
No hay genealogía que valga, los autores salen de todos lados. En medio de la era digital y después de una infinidad de revoluciones formales, no hay excusa para no encontrar tu próximo libro favorito entre los que salen todos los años. Las modas y convenciones que caracterizaban cada época y región han sido pulverizadas por una tanda de profesionales y aficionados que han sido testigos atemporales de toda la historia de su oficio y han tomado lo que más les ha gustado para construir algo que les pertenezca.
Cuenta, la nueva antología de Editorial Graviola, pinta a punta de ficciones un cuadro que apunta en esta dirección. Las plumas que reúne comparten una cierta juventud y poco más; sus miradas alcanzan espacios tan distintos que permiten vislumbrar un mundo vasto en un momento que equivaldría a un parpadeo. Se trata de un trabajo de curación y edición de Bea, Josean y Antonio, tres enamorados de las letras con quienes tuvimos la fortuna de colaborar. Es una visión amplia, transversal; no solo se adivinan las lecturas que la preceden, sino que también es un augurio de lo que vendrá.