Florencia del Campo presenta un poemario que se va construyendo desde la deconstrucción. Así de paradójicos son los versos que encapsula Las casas se caen en verano. La identidad como un todo cambiante, divisible, como una estructura llena de espacios – algunos rotos, otros vacíos. Espacios inexistentes o que anhelan no existir.
Este poemario desentierra los símbolos y sensaciones de los edificios y los cuerpos que comparten el mismo destino: caerse; volverse a levantar. Terminar; volver a comenzar.

Ser extranjero es una experiencia que pone fin a las contracturas del pasado, aunque sin hacer desaparecer la arena, el yeso, los azulejos que quedan de las casas que caen. “La casa es el fantasma del cuerpo”, dice Florencia, y me conduce a pensar que esa arena, ese yeso, esos azulejos, que quedaron allí tirados no desaparecerán, no pueden hacerlo. Hay restos de pasado que son necesarios para construir un futuro.
La experiencia de construcción en el libro no es únicamente literaria. Nosotros, como lectores, vamos construyendo también a partir de las fotografías que acompañan a los versos. Nosotros mismos construimos una casa que se nos presenta deconstruida en imágenes. No somos meros lectores pasivos, sino más bien escultores de la arquitectura misma del poemario. La colección –que puede disfrutarse al final de la lectura– se denomina Obra en construcción, y se compone precisamente de aquellas piezas escultóricas que nos permiten recorrer el camino (de)constructivo de la autora.
La identidad se construye, y para hacerlo a veces debemos tirar abajo alguna que otra estructura que llevamos arraigada. Algunos somos extranjeros de cuerpo, otros de espíritu, pero la realidad es que la “extranjeridad” nos acaba encontrando a todos. La autora lanzará más obras de la colección, más esculturas artísticas que siguen construyendo su identidad.

No puedes perderte Las casas se caen en verano para vivir una lectura de la que no saldrás indemne.